Desde el momento de la concepción el ser humano, llega al mundo con una carga genética única e incomparable que lo diferencia del resto. A medida que crecemos nuestra personalidad se va instalando acorde a los factores internos y externos en donde nos desarrollamos, influyendo en nosotros aspectos como la crianza, valores, educación, calidad de
Desde el momento de la concepción el ser humano, llega al mundo con una carga genética única e incomparable que lo diferencia del resto. A medida que crecemos nuestra personalidad se va instalando acorde a los factores internos y externos en donde nos desarrollamos, influyendo en nosotros aspectos como la crianza, valores, educación, calidad de vida, motivación, experiencias, entre otras caracteristicas personales, que van moldeando nuestras habilidades, destrezas y fortalezas. Cada creación humana es única y magnífica, cuando una persona nace inmediatamente se rompe el molde, no hay dos iguales.
Esa individualidad de la cual gozamos, en ocasiones se ve afectada por las comparaciones. Los padres siempre quieren lo mejor para sus hijos, pero pueden incurrir en el gravisimo error al comparar por alguna razón, una cualidad propia de otro niño, buscando que su hijo imite la misma conducta, que quizas no va acorde a su personalidad y entonces vienen las frases destructivas como por ejemplo, » Juancito hace esto y tu no».
Los buenos ejemplos son contagiosos y muy positivos, lo malo está en exigir a un niño copiar la conducta de otro, primero para sastifacer la necesidad de los padres y segundo restándole importancia a las verdaderas capacidades del niño, que bien pueden explorarse para sacarle provecho en beneficio del desarrollo del niño.
Estas comparaciones limitan al niño, creando sentimientos de inferioridad, resentimiento e inseguridad. Lo mas sano es educar y dar buenos ejemplos a los hijos sin necesidad de comparaciones, para que ese futuro adulto crezca con una personalidad bien definida. Cada ser humano es un ser único, no existen clones ni copias que se le parezcan, fisicamente funcionamos de la misma manera pero cada uno con su personalidad y su forma de ser.
Inculcar el valor del respeto hacia la personalidad de cada individuo es importante para aprender a aceptar a los demás con amor y empatía, siempre conservando su propia esencia y sin que nadie interfiera en su forma de ser.
Tenemos el mal hábito también de comparar el desempeño de los abogados, médicos, contadores, empleados públicos, políticos, etc, sin comprender que cada quien trabaja según sus conocimientos y experiencia.
Dios nos creo a su imagen y semejanza pero cada quien labra su personalidad.
La aceptación y el autoestima es el primer paso para conocer nuestras habilidades y debilidades, es nocivo, vivir a merced de lo que a los demás les parece que debemos ser o según lo que esperan de nosotros, dejando a un lado nuestra autenticidad, quien vive tratando de complacer a todos, dejando su «YO», abandonado, no es feliz.
La comparación crea frustación, envidia, sentimiento de inferioridad e inseguridad en las personas, además de fulminar la autenticidad. La gran noticia es que se puede sustituir por un buen consejo, la sugerencia o los ejemplos.
Quien se conoce, respeta a los demás, entiende que somos únicos y diferentes en nuestra personalidad. Dios nos da la vida, nosotros tenemos la responsabilidad de ser auténticos y felices.
Abog. NILMARY BOSCAN MALDONADO
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